Un poco de mind-blowing para explicar el ‘problema difícil de la conciencia’

La consciencia humana es uno de los grandes misterios para la ciencia. Ser conscientes de nosotros mismos, hacernos preguntas existenciales que casi siempre erizan el vello, tener deseos que vayan más allá de los que emanan los instintos más primarios, proyectarnos a futuro para lograrlos… Parece que se sobrepasara o transmutara lo meramente material. Nadie mejor que David Chalmers, filósofo analítico australiano, definió todo esto como el ‘problema difícil de la consciencia’. Para entenderlo, bastará comparar su contraparte fácil como es el funcionamiento de una célula neuronal que, cual hormiga, aparentemente realiza los procesos básicos de subsistencia, de encendido y apagado. Sin embargo, cuando se reúnen cientos de miles de hormigas se crea una mega ciudad bajo el suelo perfectamente estructurada y jerarquizada, o en nuestro caso cuando lo hacen más de cien mil millones de neuronas que se comunican entre sí, un ser pensante que se pregunta cosas y goza de una experiencia. Puede sonar escalofriante, pero realmente ha sido la materia del universo la que ha llegado a hacerse preguntas sobre sí misma.

¿Es posible que haya algo más? ¿Cómo surgen experiencias aparentemente inmateriales del cerebro? Los pensamientos, por ejemplo, no se pueden tocar, son intangibles, pero emergen del cerebro, que sí se puede tocar y medir.

No entraré en temas filosóficos ni de fe, ya que es de aparente ‘fácil’ respuesta (¡es el espíritu, leñe!), pero sí diré que en ciencia hay otro misterio muy relacionado que se le acerca bastante: ¿cómo la energía puede crear materia? Sabemos que materia y energía son lo mismo. En la famosa ecuación de Einstein (E=mc2), la energía (E) correspondiente a un pedazo de materia que depende directamente de la masa (m) que tenga esa materia en relación directa con el cuadrado de la velocidad de la luz (c). Efectivamente, la materia, la masa, puede convertirse en energía, y podemos observarlo desde hechos tan familiares como quemar carbón y obtener energía térmica para calentarnos mejor, hasta ser más precisos y desintegrar cantidades mucho más pequeñas de materia y obtener reacciones nucleares de fusión y de fisión. En teoría, también es posible a la inversa, aunque, así como pequeñas cantidades de materia pueden servir para liberar ingentes cantidades de energía (pensad en las armas nucleares), se necesitan cantidades ingentes de energía para poder llegar a obtener minúsculas cantidades de materia. De momento, sólo se ha demostrado experimentalmente cuando un fotón (una partícula de alta energía de la cual se compone la luz) atraviesa un núcleo atómico, produciendo una partícula de materia (electrón) y una partícula de antimateria (positrón). Sin embargo, hubo un momento de la historia en que sí hubo cantidad prácticamente infinita de energía concentrada… Así es, en el origen del universo la energía dio lugar a lo que hoy conocemos como estrellas, planetas, y a nosotros a medida que el universo se fue expandiendo y enfriando.

Puede que la consciencia, al igual que la energía, siempre estuviera ahí. Para buscar soluciones a este problema difícil se necesitan ideas radicales que, aunque parezcan un contrasentido, puedan explicar este misterio. He aquí algunos ejemplos:

Eso de que la consciencia impregne todo el universo y sea un rasgo fundamental de la realidad se conoce como pampsiquismo (pam = ‘todo’; psique = ‘alma’ o ‘mente’). Sus defensores dejan claro, eso sí, que no significa que todo sea consciente, sino que los ladrillos de la materia, quarks y electrones, tienen formas de experiencia increíblemente simples a la par que complejas. Eso no significa que una piedra sea consciente, sino que las diminutas partículas elementales de las que está hecha tienen algún tipo de experiencia muy rudimentaria. El cerebro humano, entiendo, a partir de sus neuronas, gozaría de mejor suerte. Y esto queda algo mejor explicado en otra variante algo más refinada llamada ‘Teoría de la Información Integrada’, que predice que, en efecto, la consciencia puede darse en cualquier sistema, sea biológico o no, siempre y cuando tenga una forma correcta de estructura interna.

Enrevesando más el concepto de pampsiquismo se encuentran tres investigadores del Quantum Gravity Research de Los Angeles (paper aquí). En él, los autores abandonan la creencia de que el universo existe por sí mismo, rechazando los postulados materialistas que ven la realidad como algo externo (p. ej.: la Luna está ahí, aunque no la veas), y a lo que solo podemos acceder mediante los sentidos o la experiencia. En su lugar, abrazan la hipótesis del filósofo de Oxford, Nick Bostrom, de ver al universo como producto de una simulación creada por seres post-humanos para conocer más sobre sus ancestros. Vamos, como si fuéramos unos SIMS en su versión 100.000 que desarrollamos consciencia.

El resurgimiento de estas corrientes se puede deber en parte a los últimos estudios en mecánica cuántica, donde se plantean el espacio-tiempo que observamos como, literalmente, un holograma. En principio, nada impide explicar que lo que ocurre dentro de un universo con unas leyes concretas pueda ser completamente explicado a partir de lo que ocurre dentro de otro universo con una dimensión menos y con unas leyes diferentes. Esta curiosa conexión se asimila a una lámina de una fotografía que puede proyectarse en 3D. Así, tendríamos un universo, séase el nuestro, que emergería de otro más simple. Y eso es lo que se ha demostrado, no que el universo sea una holografía, sino que teóricamente modificando parámetros del universo-fotografía, podría explicarse perfectamente nuestro universo-3D. Vamos, que lo mismo podríamos ser en realidad partículas en 2D proyectadas en 3D, aunque no hay ninguna evidencia de momento.

En cualquier caso, respecto al pampsiquismo y sus variantes, con cada vez más adeptos, sigue quedando abierto cómo es que esas pequeñas partículas con consciencias diminutas forman una conciencia más compleja, cómo emerge la experiencia consciente. O en el caso de la simulación, si somos SIMS con consciencia, nada nos impediría crear videojuegos de otros SIMS siguiendo las leyes físicas de ese mundo, y estos una vez pasara el tiempo lo mismo, etc. Dicho lo cual, ¿qué personaje serías tu? ¿El inicial? ¿El simulado? Es decir, que nunca sabremos si vivimos en una simulación, pues toda la realidad que creemos segura podría ser simulable.

Personalmente, considero que a la realidad le importamos un pito. La realidad existía antes de que naciéramos y existirá después de que hayamos desaparecido. La porción de la realidad que nos es accesible es muy pequeña y debemos de disfrutarla haciendo lo que mejor hace a un ser humano, conociendo y amando. Respecto de la conciencia, sabemos que el cerebro la produce y que es real, que puede ser un proceso biológico, pero no sabemos cómo.

Más allá de las fumadas anteriores, mucho más allá, tenemos la hipótesis de los cerebros de Bowman. Existe una posibilidad no nula de que ahora todas las moléculas de aire del recinto donde estés vayan a parar a una esquina, y te mueras por asfixia. Aunque es sumamente improbable, no es imposible, ya que el movimiento de las moléculas es imprevisible (recordad el principio de incertidumbre) y, por una casualidad enorme, todas apuntaran en una dirección en un momento dado. Y repito, no es imposible dado un tiempo infinito, en el que todas las posibilidades pueden pasar. Esta simple idea se ha extrapolado a cosas más complejas: desde moléculas de agua que por simple azar se cristalizaran formando un cubito de hielo hasta… el origen del universo. Según el físico estadístico Ludwig Boltzmann, en esa sopa primigenia de partículas, al cabo de un tiempo abismal, se engarzarían de tal manera que diera lugar a todo lo que conocemos hoy. De hecho, quizá tu vida empezara hace cinco segundos, y las partículas se hubieran colocado de tal manera en tu cerebro que creyeras que tienes un pasado. Años después, el astrónomo Arthur S. Eddington, en burla a semejante disparate, dijo: “claro, y si en lugar de que se formara un Universo de la nada, la Tierra, cada cerebro humano con su pasado..., ¿no se formara un cerebro que flota por el espacio?” Vamos lo que tu estas leyendo es producto de un cerebro que se autopercibe como tú, pero que en realidad está flotando por el espacio. Gusta este tipo de especulaciones, inquieta mejor dicho, porque teóricamente no habría nada que lo impidiera si dejas a las partículas hacer de las suyas en un tiempo infinito. Y tú, ¿qué opinas?
 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Los entresijos de la realidad a examen: el experimento de la doble rendija

Wealthy anti-GMO society

DesNortados

Españoles olvidados que antecedieron a Galileo y Darwin

Cobertura vegetal y rotaciones para una agricultura en obligada expansión