DesNortados
No hay impulso más grande para actuar sin filtros de ningún tipo que el hambre y la desesperación. El mundo está hoy mejor que antes gracias a la tecnología e innovación, pero 800 millones de personas siguen pasando hambre. Ir allí donde hay más oportunidades de trabajo y bienestar, lejos del infierno donde se vive, ha sido y seguirá siendo un dogma de supervivencia dentro de las migraciones humanas.
En el mundo actual, no hay comparación con la libertad y el nivel de vida que ofrece Occidente, y por eso es un objetivo para la mayoría de inmigrantes, especialmente africanos hacia Europa, y latinoamericanos a EEUU y Canadá debido a sus respectivas cercanías geográficas. Japón queda lejos, y aún más Australia.
La comodidad y las altas expectativas de vida en estos países occidentales, sumado a una mejor educación y derechos humanos, han hecho que el desarrollo individual se anteponga a un proyecto familiar a largo plazo. En otras palabras, en las sociedades desarrolladas, ha habido una reducción en el número de hijos, ya que ser padre o madre limita el ideal de quién quieres ser en este mundo. El caldo de cultivo ha sido excepcional para ello: educación constante y de calidad para optar a un puesto de trabajo mejor que el de nuestros padres y abuelos, pero... que nunca llega a tiempo para costear un hogar para la futura familia. Sí, demasiadas expectativas para antes de los 30. El resultado ha sido el germen de una sociedad frustrada, en la que algunos emigran debido a su negativa a renunciar a sus sueños, desarraigándose de su país y cultura de origen, mientras que otros se quedan aceptando su destino. En cualquier caso, la mayoría siente que llega tarde a lo que tenía en mente o lo que se esperaba de ellos al haberlo tenido todo (por lo tanto, sin excusas para tener éxito profesional). Mientras tanto, Internet irrumpe con fuerza, y con él, el desarrollo de aplicaciones multimedia que hacen que el mundo esté cada vez más conectado, más pequeño. Mientras las sociedades occidentales permanecen anestesiadas a través de infinitas opciones de ocio y entretenimiento, el resto del mundo las observa entusiasmado ante las oportunidades de mejora de vida que parecen ofrecer.
A esta nueva especie de opio o soma en Occidente, derivado de haber llenado el estómago décadas atrás, se suma un período de paz que termina por amnesiar a una sociedad que ha olvidado su constante lucha y sacrificio por sus derechos, los cuales moldearon sus fronteras, culturas, y libertades. En un mundo de paz, comodidad e individualismo, Dios ya no es necesario para muchos, ya que se valen por sí mismos. La muerte es algo lejano y negativo, ya que sin Dios volvemos a la nada y entonces hay que disfrutarla al máximo. Todo vale si me hace sentir bien. No hemos venido a sufrir.
Así, las sociedades desarrolladas han ido fragmentándose poco a poco, y sus individuos están más que nunca sujetos a las emociones que les hacen sentir bien o mal para tomar decisiones. Dirigido o no, el caso es que una sociedad así es perfecta para ser manipulada al contar con masas menos cultas y racionales, y que no cuestionan ni actúan en consecuencia, porque, dicho sea de paso, no hay más objetivo que su bienestar individual.
Sin
embargo, esto no es así para el resto del mundo, que es mayoritariamente pobre
y llega afinado día a día a las costas de Occidente. El cóctel perfecto para
enriquecer a esas élites que se aprovechan del apetito consumista de los
occidentales y de una mano de obra barata. La baja natalidad de los
occidentales, en gran parte debido a todo lo descrito anteriormente, sumado a
un desarraigo generalizado de su cultura y valores, ha hecho que una porción
cada vez más grande de su sociedad sea de un origen y cultura diametralmente
opuestos. Los innumerables esfuerzos desde los países de acogida por integrar ambos mundos han demostrado que es como querer mezclar aceite y agua. Políticas sociales condescendientes que no motivan una verdadera integración a través del trabajo sino a través de ayudas vitalicistas si se conoce el sistema; autoflagelación, culpabilidad... y, en consecuencia, permisividad
e incluso la omisión en los medios de los delitos si provienen del extranjero, pues no es su culpa sino la nuestra; anuncios
interraciales, cuasi-divinización en series de TV y películas, y a través de un
sinfín de mecanismos para no hablar siquiera del problema en las calles y el cambio de identidad local que trae la inmigración
desbordante. Pues parece que el multiculturalismo debe ser bueno y necesario per sé.
Los nuevos europeos. ¿Creéis que ellos se consideran así? ¿Se identifican con la historia y cultura de Europa? ¿Un certificado de nacionalidad conforma la identidad de una persona? |
Comentarios
Publicar un comentario