Breve origen de nuestra devoción por los diamantes

 Valoramos más lo que nos gusta cuando es escaso o está apunto de serlo. Desde una amante que decide irse, el agua durante el verano mediterráneo, ahora el gas… En la jerga económica, se dice que ‘tienen valor los activos que son realmente escasos’. Séase el bitcoin, el oro, los diamantes... Espere un momento, ¿los diamantes? Hasta el siglo XIX, en efecto, eran una rareza sólo digna para nobles y reyes. Todo eso cambió en 1870, cuando se descubrieron abundantes minas de diamantes en Sudáfrica y ello hizo explosionar la oferta, por lo que se volvieron más baratos de comprar. Al menos así fue al principio, ya que para controlar la oferta y evitar que algo de repente no tan escaso se devaluara en el mercado (ya sabéis, lo abundante no mola), el 90% de la extracción y distribución mundial de diamantes quedó bajo el monopolio de un pequeño grupo de empresarios a principios del siglo XX (De Beers).

Además de controlar la oferta para evitar que los precios cayeran, también invirtieron en aumentar la demanda de diamantes. Y aquí es donde entra el marketing. ¿Cómo hacer que la gente desee comprar diamantes? Por aquella época Europa estaba devastada tras la Segunda Guerra Mundial, por lo que el principal objetivo fueron los Estados Unidos. La firma De Beers lanzó en 1947 su un famoso eslogan ‘A Diamond is Forever’ (‘Un diamante es para siempre’). Sí, fue una compañía monopólica de diamantes la que modeló el comportamiento de los consumidores a base de estudios y ensayos psicosociales creando finalmente la costumbre de regalar anillos de compromiso. Moldearon la sensación a las personas de que hay que comprar joyas con diamantes para demostrar el amor y devoción que se tienen los novios. La idea de que la unión en el matrimonio es para siempre, bien merece un diamante que durase eternamente. Lo correcto, por tanto, es sacrificar meses de sueldo en comprar diamantes porque así lo considera una empresa que controló durante años el precio de unas piedras a conveniencia. Resultado: el trabajo infantil en África, especialmente en Sudáfrica y el Congo, se incrementó de manera significativa en las minas de coltán y diamantes para nutrir de caprichos audiovisuales y ceremoniosos a los occidentales. El anuncio funcionó muy bien.
 

También grupos guerrilleros en África se suman a la extracción y venta de diamantes. Usan los miles de millones de dólares procedentes de su venta para comparar armas y financiar guerras. Son los llamados ‘diamantes de conflicto’ o ‘diamantes sangrientos’ (relacionado con las carnicerías de Sierra Leona, Angola, Liberia, República Democrática del Congo y la República Centroafricana).


 

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