Una reflexión políticamente incorrecta que todo occidental debería hacerse

 Europa apenas aglutina al 6% de la población mundial. Esta pecera es el referente mundial en prosperidad, paz y derechos humanos que mucha gente ansía, especialmente los que habitan lugares donde cualquier atisbo de ello es sinónimo de muerte o cárcel. Los europeos de esta época posmoderna, entre los que me incluyo, y que ahora no vamos a estrenar la vida ni el mundo, deberíamos reconocer y agradecer que el privilegio de contar con esos derechos son fruto de siglos y siglos de sacrificio.

El esfuerzo que existe hoy por deconstruir nuestro pasado va en contra de nuestra naturaleza humana, que ansía el conocimiento. El poder también, por supuesto, pero incluso para esa máxima se necesita conocerse a sí mismo y a los demás. Maldita sea, es tal como yace en la entrada del tempo del dios Apolo. Aquel que deseara que el Oráculo de Delfos le hablara debía ahondar primero en sí mismo. Para lograrlo, se necesita antes saber de dónde venimos. No logro entender por qué ésta minúscula y próspera proporción de la población humana está dilapidando su pasado, mirándolo incluso con condescendencia desde una autoimagen de ser superior, y lo que es peor, relevándolo con mentiras a la generación futura.

Hace unas semanas, por ejemplo, en España se cumplieron 1.300 años de la batalla de Covadonga. Pasó de largo en los medios y no poca gente desconoce qué es, o peor aún, lo considera un mito. Se trató de la consolidación del reino cristiano de Asturias para la futura punta de lanza frente a la invasión islámica. Es más, existe una corriente muy caudalosa de historiadores que fijan el origen de la nación política española en Covadonga, en el año 722. No sé si es por esas máximas de amar al prójimo y de hallar la verdad para ser libres, o mismamente de aspirar a ser héroes tomando de ejemplo muchos santos, pero sea como fuere, con el cristianismo progresó la civilización occidental hasta hacerla el referente social, político y tecnológico del mundo contemporáneo. No sin sangre, crueldad e injusticias, por supuesto, pero por alguna razón el mayor progreso que la humanidad ha alcanzado nunca solo cuajó en el cristianismo de occidente.

Desde hace ya unas décadas, los europeos ridiculizan y reniegan de su historia y fe. Basta con ver cualquier película o serie de la plataforma que sea para percatarse de esto, y ya no de forma implícita. Tampoco sorprende que ningún medio de peso en la TV o prensa haga eco de las atrocidades que se están cometiendo a minorías cristianas en muchas partes del mundo, apoyadas por gobiernos y conciudadanos que aquí en Europa sí gozan de derechos y respeto (huelga decir, que como no podría ser de otra manera). La paradoja es que esta especie de condescendencia y buenismo con el creyente por parte del mundo occidental no existe con el cristiano, con el que sí que parece que no hay filtro para humillarlo y ridiculizarlo socialmente.

¿Por qué permitimos esto? Si no se informa al menos de estas persecuciones es como si no existieran. [Lean acerca de la reciente matanza por parte de extremistas islámicos en Nigeria aquí; o de la persecución a cristianos en la India aquí].

 ¿Hasta que punto seguiremos mirando a otro lado? ¿Por qué desde las escuelas se fomenta el desprestigio paulatino de nuestra historia y cultura? Si no reconocemos que solo somos una continuidad de nuestros ancestros y no protegemos el tesoro de su legado para las generaciones futuras, Europa caerá en el olvido tras disolverse poco a poco en algo bien distinto para los que otros tanto sacrificaron. Ese pequeño 6% debe hacer suyo su tradición y linaje para que sirva de gravedad y palanca del progreso, como siempre lo ha sido, especialmente ahora en un mundo cada vez más enloquecido y sin rumbo, por mucho que nos quieran hacer creer lo contrario.

La receta para lograrlo está ocurriendo por ejemplo en España, un país fragmentado por dentro y más irrelevante cada día para el mundo. No culpabilizaré enteramente a la clase política, ya que al fin y al cabo es reflejo de su sociedad. Si la tienes dividida y sin consensos firmes, en el que cada propuesta es bienvenida para unos y toda una ofensa para otros, es fácil que no tenga estabilidad en el tiempo y la gente que mire a largo plazo huya. Como las personas, las naciones se respetan si primero lo hacen ellas. En cambio aquí tenemos guerras civiles multicolores y mediáticas cada cuatro año que nos van dividiendo y empobreciendo poco a poco, y en parte me recuerda a los desencuentros de los reyes godos Vitiza y Rodrigo previos a la invasión musulmana. 



 

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