¿Libertad, insumisión o hambre de verdad?

 ¿Por qué si hay una sola verdad no vamos todos a buscarla? Es más, y aprovecho para parafrasear al gran Antonio Escohotado, si la verdad se impone sola y solo la mentira requiere un esfuerzo constante para existir, ¿por qué cuesta tanto encontrarla? ¿Es por miedo? ¿Es porque es ofensiva? ¿Es porque exige renunciar a parte de nuestras creencias para reconocerla? Sea como sea, una vez la tenemos nos hace libres, y esa, la libertad, es un alto precio que debemos pagar: renunciar a creencias que forman parte de nuestro ser, rebajar nuestro orgullo a un nivel de humildad no siempre asumible para muchos, enemistad con allegados y seres queridos, y todo un cóctel de desafíos y esfuerzos personales que de primeras puede provocar auténtico terror. La recompensa, finalmente, es una versión actualizada de nosotros mismos más sabia, más libre, pero quizá más solitaria.

Pero, si la gente es racional, deberíamos esperar que actualicen entonces sus creencias cuando se enfrentan a nueva información. En la investigación científica esto se conoce como “razonamiento bayesiano”. Por ejemplo, con lo que está pasando ahora, supongamos que eres un gobernante y estás considerando seriamente imponer el pasaporte Covid después de haber reflexionado acerca del incremento notable del número de hospitalizaciones en tu región. En esas circunstancias, se necesitaría una muy buena razón para cambiar de opinión. No obstante, si no estás totalmente seguro sobre si el número de hospitalizaciones se debe a la ‘irresponsabilidad’ de los no-vacunados, podrías convencerte más fácilmente de que el pasaporte Covid no es una buena idea. Es decir, si tu punto de partida es una convicción firme, normalmente necesitarás una clara evidencia para cambiar de opinión. De ahí que, cuanta más información y conocimiento se tenga en busca de una verdad querida, en teoría menos dogmas inamovibles sobre la realidad deberíamos tener. De lo contrario, menos posibilidades abiertas hay para solucionar un problema real y más esfuerzo se requiere para mantener la mentira o simplemente una realidad que ya ha cambiado. ¿Por qué, entonces, dada la ingente cantidad de acceso a artículos científicos, libros, podcasts y todos los formatos imaginables donde científicos de primer nivel exponen datos objetivos sobre la epidemiología del Covid, no hacen que gestionemos mejor esta pandemia? Pues porque el razonamiento bayesiano expuesto anteriormente tiene una criba. Hay evidencia más que de sobra de que la gente no asimila la información de la manera adecuada, especialmente si esa información va en contra de sus creencias. Lo que es peor, algunos parecen estar más convencidos de sus creencias después de ver la nueva información.

Esto tiene que ver con nuestro ‘apetito’ por las ideas concisas y abstractas que puedan explicarlo todo. La culpa es del capitalismo, de la izquierda o la derecha, es así porque la Biblia lo dice, tuvo una infancia difícil y por eso es así, etc., etc., etc. Los medios lo saben y siempre están deseosos de alcanzar conclusiones sorprendentes, a la par que simples, para explotar una noticia, aunque esas conclusiones sean contraintuitivas, falsas y dividan a la gente. En el mundo real, por fortuna o desgracia, es muy difícil encontrar leyes simples que se apliquen en todas las situaciones. Si tenemos una hipótesis prometedora, necesitamos encontrar contraejemplos que traten de falsearla. Necesitamos descubrir cuáles son sus límites y qué excepciones puede haber, porque incluso las teorías más publicitadas podrían ser menos concluyentes de lo que parecen.

¿Significa esto que el debate para hallar la verdad es entonces imposible? Sí y no. Será imposible cuando las personas a razonar tengan posturas contrarias muy arraigadas. No importa lo convincentes que sean nuestros argumentos, ya que esas personas se refugiarán aún más en sus creencias. Pero no será imposible cuando esas personas tengas sesgos de confirmación, por lo que sus opiniones podrán cambiar si se les ofrecen argumentos suficientemente convincentes. Y este es el problema actual, en el que se da la paradoja de vivir en la época de la historia humana con más facilidad al acceso a la información y donde imperan cada vez más dogmas inamovibles. Esto confirma la naturaleza humana de arraigarse a creencias que den sentido a su vida, sean o no verdaderas, desde la idea de dios con el auge de las grandes religiones en el pasado, hasta la idea de nación, equipo de fútbol, naturaleza, etc. que hacen a la gente activista y combativa por una causa como el ecologismo, entre otros muchos ejemplos que impera en el Occidente posmoderno. Por eso me apasiona la ciencia, porque es un método que nos aleja de todo eso para hallar la verdad de la realidad que nos ha tocado vivir en esta única vida valiosa para cada uno.

La ciencia ha demostrado desde casi un siglo, y lo sigue haciendo, que un virus existe mientras haya huéspedes que lo albergue, y que mutará más tanto más tiempo circule entre los huéspedes, aumentando las posibilidades de que mute a una cepa inmune a nuestra vacunas y tratamientos. La solución pasa, por tanto, por impedir que el virus se propague entre huéspedes, y de momento lo que mejor ha resultado ha sido la distancia y las mascarillas, y una inmunidad de rebaño a través de las vacunas (sin dejar de mantener las anteriores medidas). De nada sirve que un país se vacune al 100%, si otro ni siquiera llega al 50% o apenas tiene vacunados, y no tienen por qué ser países vecinos. Por eso, exigir un pasaporte en un país como España cuyos vacunados son en torno al 80% me resulta poco acertado. De nuevo, una idea simplista para tener unos cabeza de turco. Lo queramos o no, la solución pasa, para el contexto que se quiere alcanzar de ‘Covid 0’, por vacunar a todo el planeta. Pero, con más de 8.000 millones de almas pensantes, y con sus variadas y arraigadas creencias, activismos de todo tipo, etc., eso es inviable. Deberemos, por tanto, asumir que el Covid será un virus más con el que lidiar y que cada uno prevenga el riesgo a infectarse, como en cualquier otra enfermedad.


 

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