Sociedad opulenta anti-GMO

Tenía descuidado el blog debido al nuevo canal de YouTube que estoy tratando de impulsar (sin mucho éxito de momento). Hoy ha visitado la TV el centro de investigación del IPK en el que me encuentro, para escuchar de primera mano la opinión de los científicos acerca del debate en Alemania y la UE sobre los transgénicos. Esto me ha inspirado para el siguiente post. Que quede claro de antemano que es válido que cada individuo tenga sus preferencias y preocupaciones personales, pero también es fundamental que el debate sobre los transgénicos se base en la evidencia científica y se considere el contexto global de seguridad alimentaria y desarrollo agrícola. Dicho esto…

Me encanta cómo la fisiopatóloga vegetal keniana Florence Wambugu resumió tan claramente en una entrevista lo que voy a exponer: “Me parece muy bien que en Europa discutan sobre OGM sí o no, pero ¿podemos comer primero?”

La agricultura actualmente representa el 50 por ciento de toda la pérdida mundial de tierra vegetal, el 33 por ciento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, el 75 por ciento de las emisiones de nitrógeno y el 80 por ciento de la deforestación en todo el mundo. La biotecnología, y aquí entran los GMOs (por sus siglas en inglés Organismos Genéticamente Modificados), ofrece esperanza para reducir la huella que causa la agricultura mientras se producen más y mejores alimentos.

Los debates sobre los GMOs son un ‘lujo’ de aquellos países que ya han comido primero. Los GMOs no sólo son seguros para la salud y el medioambiente, sino que benefician al agricultor porque logran mayores rendimientos con menos inversión en fertilizantes, pesticidas y otros insumos. Creo que a estas alturas, ya da igual lo que se le explique y demuestre a un anti-vacunas, anti-GMOs, o anti-lo-que-toque. El peligro es que lleguen a las instituciones públicas e infecten de leyes absurdas para joderte un poco más la vida… porque patata. Tener el estómago lleno y la esperanza de vida en aumento no es algo que debamos agradecer precisamente a la agricultura ecológica o al Reiki, por muy cool que suenen. 

Tampoco es cierta la baza con la que dicen contar con los anti-GMOs respecto a lo de que entrañan serio riesgo para el medioambiente. Uno de los requisitos para lanzar un transgénico al espacio natural es que no se pueda hibridar con ninguna especie silvestre. En cambio, cuando no son transgénicos, no se tiene en cuenta.

Europa así, tan woke ella, prohíbe el cultivo de transgénicos, pero a la vez importa a tutiplén, ya que si no lo haría no podría garantizar el abastecimiento de materias primas como la soja para consumo animal. Ni con ello poner entonces en la mesa pescado, aves, reses, etc. Si se prohibiera también la importación, sería una crisis económica en el supermercado y por ende en nuestros bolsillos, que entonces ya veríamos...

Es decir, que el debate sobre los GMOs terminó hace tiempo. Su rechazo es un lujo (de momento) del Primer Mundo. Una perspectiva más amplia es visitar Sri Lanka o a los agricultores de maíz en México, que han sido engañados con las falsas premisas de la agricultura ecológica.

Huelga decir que la foto es fake, pues nadie me entrevistó. ¡Pero no me negaréis que la pose mola!

 

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