La URSS contra la biología

 Ayer fue 12 de febrero, el día de Darwin. Quise escribir algo en tributo a él, pero creo que ya le he dedicado varios posts en este blog. En lugar de ello, quisiera escribir algo sobre otro personaje que la mayoría no conoce, y que sin duda hacerlo no os dejará indiferentes. Negaba el darwinismo y de lo que hablo es un drástico ejemplo de cómo la ignorancia de todo un pueblo puede sucumbir ante el poder de un estado todavía más ingenuo. Lo es el fanatismo religioso que aún impera en muchas partes del mundo y en el siglo pasado el comunismo.

Trofim Denisovich Lysenko probablemente haya sido el responsable individual por el que más gente ha muerto en toda la historia. Fue un infame y supuesto científico ucraniano de la era soviética que negaba “porque sí” los principios básicos de la ortodoxia darwiniana. Utilizaba tecnicismos sinsentido y conceptos que en realidad no entendía pero que lo hacían parecer erudito de cara a su ingenua fachada. Cualquier científico de verdad lo cazaba al vuelo. La biología, bajo su espectro, era una retorcida mentirosa.

Apoyado como nadie por Stalin, fue el jefe de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas de toda la Unión Soviética. Lysenko insistía en que, si un organismo adquiría algún carácter nuevo durante su vida, esta cualidad podía pasar directamente a sus descendientes. Esta idea iba en contra de la teoría genética predominante en la época, pero encajaba perfectamente con los principios educativos del comunismo. Para la política marxista de Stalin, la herencia genética descrita por Mendel no era otra cosa que ciencia burguesa. La URSS rechazaba por completo cualquier atisbo de derecho por herencia, no importa que este fuera de origen genético o social. Así que definir los caracteres de un hombre por su herencia genética no era posible. Se negaban a aceptarlo. Si así fuera, pensaban, ¿cómo podrían crear un pueblo a su imagen y semejanza?

Afirmar eso era caer en un auténtico lamarckismo, que recordemos es un error garrafal de entender mal la evolución. Básicamente el lamarckismo creía que el hábito podía cambia la genética y dicho cambio ser transmitido a la progenie. El ejemplo clásico que siempre pongo es el de la jirafa, que adoptaría según esa teoría tal longitud del cuello de “tanto estirarlo” en vida y ser transmitido como tal a su descendencia. Pues Lysenko, líder supremo de la agronomía soviética, y Stalin, así lo creían. Les venía genial esa teoría para manipular en vida los hábitos de la gente y transformarlos generación en generación en la auténtica especie comunista. Y así, como todo aquello que contraviniera el ideal político de la federación tenía que ser falso “por definición”, la genética y sus evidencias también debía ser falso. A Lysenko se le atribuyen las siguientes palabras: “El gen es una parte mítica de las estructuras vivientes que, en las teorías reaccionarias, como el Mendelismo-Veysmanismo-Morganismo, determina la herencia”.

Lysenko, como en el caso de la jirafa lamarckista, preparó a las plantas de trigo para que soportaran un clima frío con la intención de que su progenie fuera resistente al frío. Envió miles de millones de plantas de trigo a Siberia para que fueran “reeducadas”…, y la URSS pronto se vio obligada a importar cada vez más harina de Estados Unidos para paliar la terrible hambruna que estaban generando los campos “contrarrevolucionarios” de Lysenko.

Entre otras de sus perlas, Lysenko “descubrió” un método para abonar la tierra sin fertilizantes ni sales minerales. Así lo recogía el diario soviético Pravda en el año 1927. Su principal trabajo versó sobre los guisantes, especie que supuestamente llegó a dominar aumentando su producción bajo cualquier condición. La Unión estaría salvada. Gracias a los conocimientos de Lysenko los campesinos tendrían sustento.

Nunca hubo ciencia tras lo que hacía Lysenko, por eso pasó lo que pasó. Cuando se ponía en tela de juicio sus “hallazgos”, contestaba de manera enrevesada pero metódica, denigrando los argumentos que no podía comprender por su falta de formación. Citaba cifras imaginarias y resultados ficticios que nadie allí comprobaba.

No existen cifras exactas sobre la represión stalinista, aunque hay quien dice que bajo el infame artículo 58 del Código Penal de la RSFS de Rusia (en vigor desde el 25 de febrero de 1927 para detener a las personas sospechosas de actividades contrarrevolucionarias) fueron condenados unos cuatro millones de personas, sin contar las muertes de un millón y medio más en los kulaks, con millones y millones de detenciones. ¿Cuántos de ellos científicos contrarios a Lysenko? En el mejor de los casos fueron relegados a la miseria, olvidados y perdidos en la historia. El caso más sonado fue el de Nikolái Vavílov, el cual merece ser conocido. Este científico ruso viajó por Europa e investigó la inmunidad de los vegetales, en colaboración con el profesor William Bateson, uno de los fundadores de la genética moderna. Vavílov organizó una serie de expediciones botánico-agronómicas por todo el mundo mientras desarrollaba su teoría de los centros de origen de las plantas cultivadas (regiones en donde se inició su proceso de domesticación), y creó la mayor colección de semillas del mundo en aquella época (que fue preservada diligentemente incluso durante el Sitio de Leningrado). Vavílov también formuló la Ley de las series homólogas de variación. En 1940 fue puesto en prisión por ser un defensor de la genética, y murió tres años después en su celda por malnutrición y distrofia.

 

Nikolái Vavílov (Moscú, 1887-1943). Botánico y genetista ruso que identificó los centros de origen de muchas plantas cultivadas. También investigó la inmunidad de los vegetales, en colaboración con el profesor William Bateson, uno de los fundadores de la genética moderna. Por si fuera poco, creó uno de los bancos de semillas más grande de su tiempo. En 1940, bajo el reinado de terror de Lysenko, fue capturado y encerrado en prisión, donde murió de inanición tres años después.


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