En defensa del cultivo de colza

 Hoy domingo, pese al tiempo nublado y los estragos de la tormenta anterior, la temperatura ha sido exquisita y los trigueros han vuelto a orquestar la sinfonía durante toda mi caminata al Perdón. El sendero tomado desde la afuera zizurtarra de la comarca, muy transitado hoy por los peregrinos a Santiago, discurre entre campos de trigo y colza a uno y otro lado, tiñendo el paisaje de verdes y amarillos muy vistosos.

Esa alternancia de cultivos no es baladí, pues Detrás de la decisión de cultivar la colza se encuentra la Política Agraria Común (PAC) impulsada por la Unión Europea, la cual obliga a los propietarios de los campos a trabajar con al menos tres cultivos. Así, junto a los cereales de cebada y trigo, conviven alternándose año tras año con la avena (otro cereal), alguna leguminosa que enriquezca el suelo en nitrógeno (como el guisante ‘proteaginoso’), u oleaginosas, como el girasol o la colza que compiten por el primer puesto. No exagero en decir que la colza, cuyo aceite está valorado como uno de los mejores para la cocina por sus propiedades saludables, margen de ser bastante barato, está maldito en España pese a que cotiza al alza en otros países. Y es que, antes de la entrada de España en el Mercado Común (1986), el aceite de colza tenía limitada su importación a España por temas de protección del aceite de oliva motivado porque la producción de aceite de colza es mucho más barata y eso reventaría el mercado a los manijeros. El aceite de colza, no obstante, podía importarse desnaturalizado para uso industrial, es decir, para pinturas o instrumentos musicales, no como alimento. El drama vino cuando varias empresas hicieron pasar ese aceite de colza industrial teñido con colorante como de oliva a principios de los años ochenta. Consecuencia: 5.000 personas murieron y al menos 20.000 quedaron con secuelas de por vida tras consumir aceite industrial que se vendía como apto para el consumo humano. Desde entonces continua en la consciencia colectiva de este país que el aceite de colza como sinónimo de veneno.

En la actualidad, se dice que el cultivo de colza apenas ofrece beneficio económico, sino que es una obligación impuesta desde Bruselas para diversificar ese tercer cultivo dentro de las oleaginosas que acompañe a los cereales. En Navarra al menos, después de la cosecha los agricultores envían el cultivo a Francia donde varias plantas de fabricación se encargan de convertir la colza en biodiésel o pienso. Sin embargo, el cultivo de colza reporta grandes beneficios ambientales como alternativa/descanso al cereal, que finalmente repercuten positivamente en la economía del agricultor. Por citar algunos:

Siendo una planta dicotiledónea (no un ‘hierbajo’), permite limpiar las parcelas problemáticas de malas hierbas monocotiledóneas (los ‘hierbajos’) al poder utilizar otros herbicidas más eficaces.

Gracias a la raíz penetrante que posee, explora horizontes del suelo más profundos que el cereal, por lo que extrae los nutrientes de zonas en los que el trigo o la cebada no pueden acceder, además de mejorar la estructura del suelo.

También ayuda al control de plagas y enfermedades agrícolas importantes en Navarra. Rompe el ciclo de algunos hongos que causan enfermedades (como helmintosporiosis, rincosporiosis, septoriosis o mal de pie, así como el de algunas plagas como el Zabrus tenebrioide).

Una vez implantada en tierra, la colza es muy sensible a la sequía de primavera, por lo que estas lluvias de abril le están viniendo de perlas.


 

Comentarios

  1. Unas tostadas con aceite de colza no creo que sepan igual que con aceite de oliva.

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