Sobre el lujo de poder comer

Actualmente se produce una cantidad de alimentos que serían suficientes para alimentar a toda la población y, aun así, 800 millones de personas pasan hambre mientras que 2000 millones tienen sobrepeso. Además, un tercio de los alimentos producidos se pierden antes de llegar al consumidor. Por lo tanto, no es tan descabellado pensar que el hambre no es un problema de producción de alimentos sino de distribución. He aquí el problema, que en realidad no es así y ambos aspectos son paradójicamente uno solo.

Para empezar, no se puede producir comida si se está hambriento y desnutrido. Asumiendo que no lo estemos, vivimos en un mundo donde el trueque no te saca de la pobreza. Necesitas primero comer y vestirte, y luego vender el excedente de comida y lana lo suficiente para que te permita vivir y no solo sobrevivir. No hablo de ti que te levantas y, con suerte, desarrollas tu trabajo en una oficina o fábrica, sino que pienso en el africano que se levanta en su choza y tiene ante él su parcela de cultivo. No es baladí, pues dos tercios de los africanos viven en zonas rurales cuya fuente de subsistencia es el campo. Ese señor necesita que alguien le compre, y no sabrán de él ni de sus productos si no se acerca al mercado, para lo cual necesita transporte, ya un lujo en muchos casos. La tecnología, por tanto, cuenta. Primero para producir lo suficiente para vender (maquinaria, fertilizantes), y segundo para transportar esa producción, y a ser posible en buenas condiciones. A veces oigo opiniones de personas que, desde su cómoda postura aluden vehementemente que los africanos no necesitan estas tecnologías, hablando de medidas post-colonialistas. La realidad ha demostrado que las medidas locales encaminadas a aumentar la productividad de los cultivos y en consecuencia los ingresos son el antídoto para escapar del círculo vicioso pobreza-hambruna.

Habrá quien piense entonces en la distribución local, en el famoso kilómetro 0. Pero el año es largo y duro cuando eres pobre, se alternan estaciones secas y húmedas, y por tanto no se pueden cultivar siempre los mismos productos ni en la variedad que requiere una dieta sana. Si eres pobre y vives de tu huerto, probablemente desarrolles avitaminosis, enfermes y no puedas trabajar. Tampoco está tan claro qué significa kilómetro 0. ¿Un km entre las parcelas de unos vecinos? ¿100 km? Se ha demostrado que menos de un tercio de la población mundial puede abastecerse de alimentos producidos en ese radio, pero sí es plausible alimentarnos de productos elaborados a 1000 km como mucho. Hay países que, por su tamaño, es complicado a no ser que sean muy tecnológicos (véase el caso de Holanda, por ejemplo). A todo esto, se añade que las zonas pobres, paradójicamente, son las más pobladas y es seriamente complicado que se alimenten de lo que les da el campo de al lado. Tampoco defiendo lo diametralmente opuesto, ya que cae en ridiculeces. Por ejemplo, una región o país que se dedique a cultivar exclusivamente soja o plátanos será muy eficiente en producir específicamente ese producto y abaratará los costes para el consumidor, pero transportarlos a la otra punta del mundo hace que pierdan calidad y contaminen. Sin embargo, ¿pagaríamos más por productos nacionales o sensatamente más “cercanos”?

Debemos abandonar esa idea de que el problema del hambre es un problema de distribución y, por lo tanto, no es necesario incentivar la productividad en estos lugares y también evitar el despilfarro de alimentos. 


 

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