Segunda ola. Agarraos.

 Se dice que las segundas partes no son tan buenas como la primera, a excepción de Terminator 2. Respecto del Covid19, aunque se prevé que sea “aburrida” o menos destructora de salud y empleo, vaticino que están muy equivocados. Muchos creen que el Covid19 atenuará poco a poco su virulencia, pero las razones que aluden son poco más que las de un optimismo forzado para que termine pronto este infierno. Se decía igualmente que con la llegada del verano y las altas temperaturas el virus se debilitaría, y nada más lejos que la realidad como comenté en la entrada anterior. Me sorprende que gente que no sabe ni qué es un virus pueda tener tanta repercusión mediática y que lo que digan cope tantos titulares.

Realmente un virus no puede vivir a la intemperie sin un huésped, por lo que el tiempo meteorológico se lo trae al pairo. Mientras haya gente y acceso a mucosas respiratorias, el Covid19 campará a sus anchas. De ahí que, más que el tiempo, sean las mascarillas y el distanciamiento lo que impida su propagación. Obviamente, mientras sigamos presenciando aglomeraciones convocadas por sedientos de alcohol, playa y abrazos, todo esfuerzo previo por evitar los contagios y las muertes habrá sido en vano. Y siendo sinceros, un segundo confinamiento no es plausible a no ser que queramos vivir debajo de un puente el día de mañana. Si bien había maneras de actuar en esta crisis sanitaria, es decir, en los extremos hacer caso omiso al virus para no dañar la economía o dañar la economía para proteger al máximo número de personas, con todo el abanico entre ambos, hay quienes han salido con lo peor de ambos extremos. Un ejemplo, mi país, España, que lejos de haber sido un ejemplo en salvar al mayor número de personas, batió el récord por muertos por cada 100.000 habitantes y su economía ha sido una de las más desplomadas del mundo. De manera que, volver a encerrar a todo el mundo en sus casas en un segundo rebrote, no es la solución.

Algunos advertíamos de la necesidad de llevar, aunque fuera un pañuelo y evitar así que los flügges cargados de virus llegaran a otra persona. Sin embargo, fuimos de un pasotismo y negacionismo de la gravedad del virus a un alarmismo apocalíptico prácticamente de la noche a la mañana. Si bien el Covid19 era un virus desconocido, cuando ves que los chinos de tu barrio cierran los negocios porque lo que dicen sus coterráneos al otro lado del mundo asusta, que después confinan allí a 60 millones de personas y que tu vecino europeo, Italia, hace lo mismo… algo no cuadra. Y por favor, que tenemos registro de grandes pandemias y tampoco nos debe pillar de sorpresa… Si lo único que trae la globalización son unas redes sociales más tóxicas, desinformación y pérdida de biodiversidad (incluida la de la cultura humana de cada lugar), apaga y vámonos. Sorprende igualmente que, en la era del Big Data y siendo capaces de poner un robot en Marte, no sepamos cómo gestionar una pandemia. ¿Meter a todos en sus casas es la única solución?

Estoy tratando de que estas entradas sirvan como cuaderno de bitácora de esta crisis, pero también para exponer esta serie de reflexiones y de aprender de nuestros errores. Me sirve igualmente para indagar acerca de las chorradas que dicen los medios que, una vez más, no solo no informan, sino que mienten. Respecto de la atenuación de la virulencia no lo tengo claro, y os diré por qué. Lo primero es porque obedece como he dicho antes a un autoegaño, como el que veía el boquete en el Titanic y animaba diciendo “¡que no se va a hundir, hombre!”. Lo segundo es por el comportamiento de los virus. Me explico, si uno se encuentra tan enfermo por culpa de este coronavirus que se queda en la cama, es improbable que entre en contacto con muchas personas a las que pueda infectar el virus; pero si uno se siente lo bastante bien como para hacer vida normal, es probable que lo difunda por todas partes. Así, al Covid19 le interesa enormemente evitar que uno se encuentre muy enfermo y por eso su incubación es de dos semanas y el 80% de los infectados son asintomáticos. Ahora bien, si ponemos el ejemplo de agentes extremadamente virulentos como la malaria, que es causado por un plasmodio, no obtendrían ningún beneficio del hecho de que su huésped se sienta bien. En realidad, un huésped postrado resulta más vulnerable a los mosquitos transmisores del plasmodio. No es probable que la persona infectada y afligida por un ataque de malaria dedique muchos esfuerzos a protegerse de los mosquitos. Éstos pueden así darse un festín con los enfermos y difundir la enfermedad por todas partes. Entonces, ¿qué está pasando en este caso? Pues que, aunque el Covid19 se transmite por contacto entre personas y le interesa que éstas se muevan, ciertamente vivimos tan aglomerados y con focos de infección tan ventajosos para el virus, que personas postradas e inmóviles son igualmente eficientes en su propagación. Al virus le ha podido dar tiempo a evolucionar de su forma inicial, a priori poco virulenta y muy contagiosa, a una más virulenta e igualmente contagiosa. La evolución siempre se da hacia las formas que aseguren la supervivencia y diseminación de la especie, por lo que, si una mayor carga viral resultante de una mayor virulencia y postergación en cama se obtiene un contagio no muy diferente a la forma no virulenta, evolucionará hacia ésta última. De nuevo, porque asistimos cual mosquitos del ejemplo anterior al pariente enfermo en el cuarto de nuestra casa o los hospitales y propagamos el virus. Y por supuesto, si la única arma fiable como es la mascarilla va ganando adeptos en su contra, estaremos contribuyendo hacia esa trayectoria más virulenta del virus. A este respecto, no, las mascarillas no causan hipoxia… Si fuera cierto, los cirujanos que intervienen durante varias horas estarían muertos y no solo cansados. Además, ¡las mascarillas funcionan filtrando partículas, no gases! Ved aquí este vídeo donde se demuestra que la saturación de oxígeno en sangre no se altera ni con seis mascarillas puestas.

En conclusión, que sigamos utilizando el distanciamiento social y mascarilla como armas preventivas, y que estemos preparados para una segunda parte más virulenta que la primera, y a una posible saga que solo la vacunación masiva podrá parar. Y esto último, necesita acelerarse con grandes inversiones y una coordinación logística global son precedentes. 



 

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