Comprendiendo la Evolución

La Teoría de la Evolución propuesta por Charles Darwin en 1859, ya no es una teoría, sino un hecho. La realidad es que las pruebas a favor de la Evolución son hoy día abrumadoras. Sin embargo, quienes todavía se reniegan a aceptarla no les culpo, pues normalmente son personas religiosas cuyo dogma es incompatible con la ciencia, o bien, que no se entiende bien dada su complejidad y escasa importancia en los centros educativos de todo el mundo.

Por ello, me gustaría hacerme entender y responder así mismo a cuestiones que normalmente se hace al respecto de la evolución.

1º. Todo ser vivo está compuesto de material genético, esto es, lo que permite que se autorreplique. Las piedras no “crean” piedras de sí mismas, por ejemplo. O mi tostadora no tiene una mañana “tostadorcitas” junto a ella. Por lo tanto, aunque evidente, toda forma viva está básicamente compuesta de lo mismo, desde un musgo a tu perro. Nosotros no somos seres de otro planeta, sino que surgimos en este junto a las otras demás especies.

2º. Si todos compartimos esencialmente el mismo material, ¿por qué hay formas vivas más complejas que otras o tan diferentes entre sí? Bueno, las hay porque el planeta también es diferente en cada parte. Un ser vivo habita un lugar porque puede, y si no lo habita es porque no puede. Lo que hace que pueda sobrevivir son las características del que lo dota su material genético. Para que os hagáis una idea, el material genético, el ADN, es como si fuera el plano de un edificio, donde se detalla la forma y material de ese ser vivo. Sin embargo, hay veces que ese plano sufre modificaciones y por tanto la estructura del cuerpo cambia. De hecho, ocurre constantemente, pero la mayoría de las veces son cambios internos de los que no nos damos cuenta o no son demasiado importantes. Otras, por el contrario, terminan en auténticos aborrecimientos. Sólo una mínima parte de esas modificaciones, de esas mutaciones, resultan ventajosas para el individuo en la medida que, y esto es importante, logra reproducirse con mayor éxito que sus congéneres y así traspasar esos “nuevos planos” a su descendencia. Finalmente, esa descendencia con nuevas y mejores características se impondrá a la del resto y con el tiempo será irreconocible. Estaríamos hablando de una especiación.

3º. Por si no lo habéis entendido, ahí va un ejemplo. Los osos polares proceden de otros que no eran blancos, sino más pardos. Un día, entre los osos pardos nació un osezno bien blanco debido a una mutación en la pigmentación de su pelaje. Dicho osezno creció y se hizo fuerte, más que sus hermanos, ya que lograba cazar a las focas con mayor éxito y menor gasto de energía. ¿Por qué? ¡Porque no lo veían! Se camuflaba mucho mejor debido a su pelaje blanco en la nieve. Un animal bien alimentado y sano tiene por lo general mayor éxito reproductivo y, siendo la descendencia similar, también tienen estos mayor éxito que sus congéneres. Por ello, la estirpe de ese oso polar blanco terminó imponiéndose a los pardos debido a sus ventajas adaptativas.

4º. Si creéis aún que eso es imposible o muy improbable para que podamos contemplar hoy tantísima variedad de especies, pensad en esto. Nuestros perros, parientes de los lobos, son el resultado de una selección artificial del ser humano de apenas 15.000 años, que es nada en tiempo geológico. Viendo antaño en los lobos un poderoso aliado para la caza y la seguridad de la tribu, se empezaron por escoger a aquellos más mansos. Aquél que mordía la mano que le daba de comer, se le mataba. Con los siglos se fueron escogiendo ejemplares atendiendo a razones más estéticas y personales, como que fueran más pequeños, más esbeltos, más chatos, etc. hasta tener el gran abanico de razas actual. Bien, imaginaos ahora este mismo proceso pero bajo la ley de la naturaleza durante más de 3000 millones de años. Tiempo para especiación ha habido de sobra.

5º. El ser humano no es una excepción a la selección natural. No aparecimos de la nada a través de un chasquido divino. A muchos puede costarles reconocer que nuestros parientes más cercanos sean los chimpancés, pero así es. Por eso, aprovecho ahora para responder a unas dudas muy recurrentes que surgen en ese punto:

- Si venimos del mono, ¿por qué ellos no han seguido evolucionando? Aquí hay dos respuestas. La primera, aclarar que no venimos del mono (o del chimpancé para ser más exactos) porque ambos somos monos, simios, y procedemos ambos de un ascendente común (del cual nos separamos hace 6 millones de años). Y de que no sigan evolucionando, es preciso aclarar que el proceso de la selección natural sigue presente en toda forma de vida, aunque nuestro minúsculo lapso de tiempo no nos permita ver directamente el proceso evolutivo. El proceso evolutivo es además muy gradual, por lo que nunca va a ser posible tener un registro fósil de cada millonésimo paso, entre otras cosas, debido a la erosión y medios técnicos.

- ¿Por qué el resto de monos no han seguido el paso de los humanos? (Paréntesis aparte, recuerdo con gracia una conversación con una persona que sugería que si enviábamos a Marte a unos bonobos, en un millón de años tendríamos humanos…) Lo primero, porque la evolución no entiende de intencionalidad. Es decir, un chimpancé, un oso, un pez, etc. no es un “humano fracasado” que se ha quedado por el camino... No señor, al igual que nosotros no somos osos fracasados o lo que fuere. Si una especie existe es porque sus ancestros tuvieron éxito reproductivo y sobrevivieron debido a sus características y ADN propicio para hacerlo en el lugar y tiempo determinado. Ser un ser humano no es la meta de ningún ser vivo, solo la de sobrevivir. La naturaleza sólo entiende de estar vivo o muerto, por lo que evolutivamente es un éxito la vida de cualquier ser vivo, sea humano, planta o animal. Y ese éxito no es para menos, pues todos los que hoy vivimos en la Tierra hemos sobrevivido a cinco grandes extinciones masivas, llevando consigo un arsenal único para haberlo logrado de formas diferentes en cada especie.

6º. Si aún no lo crees, ahí van algunas pruebas reales de la evolución, que la hacen dejar de ser ya una teoría:

- Pruebas morfológicas: compara tu mano con la de un simio, la de un ave con un reptil o la de un murciélago con la de una ballena. Mismos huesos pero con diferentes estructuras (procedentes de distintos planos debido a mutaciones) aprovechados para fines distintos. Las distintas estructuras de los seres vivos surgen a partir de modificaciones de un mismo conjunto de estructuras dando base a la evolución de esas morfologías a partir de un único origen.

- Pruebas paleontológicas: es decir, los fósiles, que muestran estadíos intermedios entre especies actuales y extintas. Además, el registro fósil siempre muestra las especies en el orden esperado si es que se ha producido la evolución. Por ejemplo, no aparecen fósiles de hombres modernos antes de la aparición de los fósiles de los primates.

- Pruebas embriológicas: ésta es muy clara si se observa el desarrollo embrionario de multitud de organismos emparentados. Estos muestran estructuras casi iguales que hacen indistinguibles unas especies de otras, aunque luego de adultos las pierdan o se modifiquen en unas y otras. Así en el embrión humano todavía se aprecian los vestigios de hendiduras branquiales que nos muestran parentesco lejano con animales de vida acuática.

- Pruebas biogeográficas: que permiten explicar la presencia de seres vivos estrechamente emparentados poblando lugares enormemente alejados geográficamente gracias a que, cuando el antepasado común a todos esos seres surgió, los continentes estaban todavía unidos.

- Pruebas genéticas: la existencia universal del ADN permite comparar las moléculas de todos los seres vivos establecer el parentesco que existe entre ellos, así como establecer cuáles han sido los cambios mínimos necesarios para que se haya pasado desde un organismo a otro en el proceso evolutivo.

7º. No me gustaría acabar todo este rollo sin dejar claro que la evolución o los cambios no surgen debido a los hábitos, pues eso es caer en un lamarckismo. Me explico: hubo un tiempo en el que se creía que, por ejemplo las jirafas, tenían el cuello alto porque durante generaciones “se esforzaban” en alzar el cuello para comer de las hojas más altas y tiernas de los árboles. Por eso, tampoco el ser humano tendrá en el futuro los ojos más grandes o los dedos más alargados debido al progresivo uso y dependencia de los dispositivos móviles. La selección natural es ciega y las mutaciones azarosas. No cambiaremos severamente de aspecto a menos que un grupo se aísle del resto y algún individuo saque partido de una mutación ventajosa. Si logra extenderla sobre su descendencia hasta diferenciarla del grupo original tanto que ni puedan reproducirse entre ambos, entonces sí habrá toda especie humana. De momento, parece imposible, pues más o menos estamos bien adaptados y globalizados en todo el planeta. Quizá, en otro muy diferente y tras millones de años…


 

 

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